Educación en Atenas
Atenas representa el origen de la democracia, el
esplendor de la civilización griega durante el siglo V a. C., época en la que
crearon sus obras los grandes filósofos Sócrates y Platón, los trágicos
Esquilo, Sófocles y Eurípides, los historiadores Tucídides y Heródoto y el
escultor Fidias.
Este modelo educativo ateniense resume aportaciones de las
diversas paideias griegas; de la homérica recibe el enfoque aristocrático
concebido como nobleza espiritual más que de grupo social, de una areté de
doble vertiente, espiritual y física, extendida a todos los ciudadanos. Los
griegos consideraban que Homero enseñaba todo lo que debía saber un hombre
digno de tal nombre: las actividades de los tiempos de paz y de los tiempos de
guerra, los oficios, la política y la diplomacia, la sabiduría, la cortesía, el
valor, los deberes hacia los padres y hacia los dioses.
El carácter democrático que debe tener la
educación, un derecho y una obligación para todos los ciudadanos, cuyo trabajo
privado, en su ámbito profesional se valora por su importancia en la
construcción de la comunidad, de la polis. De esta raíz popular deriva el
concepto de justicia -diké- como ley o derecho elaborado por el conjunto de
ciudadanos; cualquier violación de la ley -el desprecio del derecho- causa una
honda perturbación en el ámbito privado de la persona y en la sociedad. Atenas
toma de Esparta el sentido comunitario que impregna la educación y la vida
cotidiana de los espartanos que cumplen con agrado y obediencia sus deberes en
la gestión pública de los asuntos de la polis. De la paidea jónica nace en
Atenas el concepto de libertad ciudadana, de una educación cívica y política
que ha de formar buenos ciudadanos mediante el ethos (carácter) de respeto a la
ley surgida, elaborada, por la comunidad. A todas estas aportaciones previas,
los atenienses suman su búsqueda del equilibrio entre la comunidad y el
individuo, y una educación cívica que fomente la honestidad, la decencia y el
respeto de las leyes de la polis.
No olvidar que, pese al avance que supuso la
democracia ateniense, solo disfrutaban de derechos cívicos y políticos los
ciudadanos, y éstos eran una minoría que excluía a los extranjeros o metecos, a
las mujeres y a la masa de esclavos que trabajaban para sus democráticos amos.
Las nómoi, las leyes que elaboran los ciudadanos para
proteger el bien común, son el fundamento de la vida política ateniense y, por
tanto, de la educación. En las escuelas elementales, en los gimnasios y en los
simposios -banquetes donde los ancianos transmitían la sabiduría a los
jóvenes-, en todas estas instituciones educativas se pretendía formar buenos
ciudadanos educados en el respeto y la comprensión de la ley, debían conocer y
entender los motivos que justificaban y convertían en sagradas las leyes: el
La formación del ciudadano debía, por tanto, de ser
moral, espiritual, formar al alumno en la mentalidad de servicio a la polis, y
a la vez física. La educación del cuerpo y del alma, la Kalokagathía, tomaba de
Homero la areté física, a cargo de los paidotribes, en la que la educación
gimnástica fortalecía y embellecía el cuerpo, a la vez que ayudaba a formar
guerreros que defendieran la polis en caso de guerra. La areté espiritual,
impartida por los citaristas, daba gran importancia a la poesía, la danza y la
música, cumplían un papel de catarsis, purificaban y transformaban el alma de
los alumnos. Antes de acceder a esta formación superior, los niños recibían los
rudimentos de lectura, escritura y cálculo en las escuelas a cargo del maestro
grammatista.
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